y muchos quedan
para vivirlos juntos,
que Dios lo quiera.
En Coristanco,
yo vestía de negro
y tú, de blanco.
Era un día lluvioso
del mes de abril.
Empapada la tierra
y el cielo gris.
Poco importaba
pues éramos los reyes
de la mañana.
Familiares y amigos
y don Enrique
se mostraban gozosos
y muy felices.
Nosotros solos
éramos más felices
que ellos todos.
Pronunciamos “siquieros”,
hubo sonrisas.
Aquel día fue un hito
en nuestras vidas.
Y pronto llegan
Patricia, Eduardo;
más tarde, Gema.
Y aquí estamos, Tonucha,
un año más.
Nos hacemos mayores,
es la verdad.
Nos da lo mismo,
porque juntos hacemos
nuestro camino.
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