Por una estupenda exposición de trajes reales inaugurada en Ribadeo por el Duque de Huéscar.
Rodrigo de Villandrando,
caballero de fazañas,
sirviera con grande honra
a los reyes de las Galias.
Hubo de llamarlo el rey,
Juan II lo reclama:
“que en la ciudad de Toledo,
aquella ciudad Primada,
por la culpa de un mal príncipe,
contra el Rey se sublevara.”
D. Juan allí acudiera
y fue recibido en armas.
El Conde de Ribadeo,
entonces, así hablara:
“Dejadme las vestes, Rey,
vuestro manto y vuestras calzas.
Yo voy en vuestro lugar
con la honra de la espada.”
Al ver al de Villandrando,
piensan que del Rey se trata
y allí lo quieren matar
con alevosa celada.
Él, como el otro Rodrigo
de la Tizona y Colada,
luchando forzadamente,
a Juan II lo salva.
“Mi buen Conde D. Rodrigo,
que de Villandrando llaman,
quédate con esas ropas,
con mi manto y con mis calzas.
No descubras tu cabeza
y come de las mis viandas:
que yo te debo la vida
y tú no me debes nada...
¡Ay, con ciento como tú
otra cosa fuera España!”
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